Mi primo Chuchi (II) Secretitos
Hubo más noches y alguna tarde de siesta en las que se repetía un esquema similar, pero siempre con el miedo de que mis padres se despertaran o nos oyeran, siempre deprisa y corriendo y muchas veces a medias.
En una de esas siestas le confesé a mi primo uno de mis placeres secretos e inconfesables. Jamás se lo había contado a nadie, pero después de pajearnos mutuamente aquella tarde, y pese a que me daba cierta vergüenza, me lancé. Le conté que cuando me quedaba solo en casa me gustaba entrar en la alcoba de mis padres y revolver en los cajones de la ropa interior de mi madre, ponerme sus bragas y sus mediaso sus panties, sus sujetadores…
Mi primo empezó a reírse y me dijo, -ya sabia yo que eras una puta maricona, Geno- Yo me quedé cortado y creo que me puse colorado como un tomate, en aquel momento pensé que me había equivocado. Chuchi me dio un azote y me dijo, -sigue contándomelo, me estás poniendo muy burro-
Le conté que mi madre no tenía ropa especialmente sensual, pero mi placer era inmenso e infinitivamente mayor si la ropa estaba sucia, si tenía el olor del sudor y de los otros flujos; entonces podía pasar minutos oliéndolas antes de ponérmelas. Le conté como alguna vez tuve que correr al baño desvestirme apresuradamente cuando se escuchaba la oxidada portilla de la calle abriéndose debido a alguna inesperada visita.
Le conté que si tenía ocasión, porque mis padres pasaban el día fuera, me vestía por completo e incluso me ponía unas sandalias de tacones abiertas que podía ajustar mejor a mis pies, le conté que entonces me pintaba las uñas de las manos y los pies, me ponía carmín en los labios y me pasaba un buen rato mirándome al espejo, probándome otras faldas, pantalones, blusas, chaquetas.
Notaba que Chuchi iba excitándose a medida que se lo contaba y yo me excitaba viendo cómo el no dejaba de sobarse la polla.
Le pregunté si le gustaría que me vistiera así para él… por toda respuesta me agarró la cabeza y me la llevó a su entrepierna. Su polla palpitaba en mi boca, que el me follaba mientras yo me atragantaba, no era una mamada como las que ya le había hecho, él estaba desatado y yo bastante tenía con respirar al ritmo y la profundidad con la que él macaba el ritmo empujándome la nuca… como nunca descargó todo su jugo salado y caliente en mi garganta.
Mientras se corría, mi primo no pudo reprimir un gemido… desde el piso de abajo se oyó la voz de mi madre preguntando si le pasaba algo… Nos quedamos callados y asustados, pero mi primo reaccionó rápido:
-nada tía, se me había subido la bola, pero ya me está ayudando Geno con ello… no te preocupes, tía-
Mientras se moría de risa me decía -lo que se me subió fue otra cosa, y tu ayuda inestimable-
El destino es caprichoso. Apenas habían pasado un par de días cuando mi madre nos dijo que el sábado se irían a ver a mis abuelos paternos, al parecer mi abuelo tenía un pequeño problema de salud y mi padre quería ir a visitarlos, así que marcharían por la mañana al pueblo de Palencia del que procesía mi padre y no volverían hasta la noche. Nos preguntaron si queríamos acompañarlos, y antes de que me diera tiempo a decir nada, mi primo tomó la palabra y le contestó.
-No te preocupes, tía. Geno y yo tenemos otros planes, ¿verdad, primo? Confieso que en aquel momento no caí, pero la mirada de Chuchi y su guiño del ojo me hicieron comprender que él lo tenía todo bien preparado. Todavía con mi madre presenté acercó su boca a mi oreja y al escucho me dijo: -el sábado te voy a poner mirando para Cuenca, primita- Mientras un escalofrío recorría mi espalda, mi madre dándonos la espalda y alejándose decía -ya están los primos con secretitos-
Excitado y al mismo tiempo aún temblando pensaba para mis adentros: y tanto que secretitos, si tú supieras… mientras mi primo, al tiempo que se reía, me sobaba el culo con su mano izquierda.