Helena y una secretaria vengativa
Helena y una secretaria vengativa
Helena recibió una llamada de Juliana, la secretaria de Jorge, invitándonos a ambas para visitarla el sábado siguiente a su casa; de paso, conoceríamos a su pareja.
“Seguramente va a drogarnos y sodomizarnos, como lo haría una buena perra” le dije y Helena se rio a carcajadas, contestando que no parecía ser una pendeja vengativa.
El sábado por la tarde estábamos allí, las dos bien seriecitas pero vestidas de manera muy sexy, polleras cortas y tacos bien altos. Juliana nos recibió con una gran sonrisa y nos besó apasionadamente a ambas, logrando que Helena la tomara por la cintura y le acariciara el culo con las dos manos. “Pónganse cómodas, Silvina ya viene” dijo. Un rato después llegó Silvina, mucho más bonita y caliente de lo que se veía en las fotos.
Nos besó en ambas mejillas y se sentó a mi lado, acariciándome las rodillas y muslos. Juliana sirvió unos tragos con unos bocaditos salados y nos pusimos a conversar. Mi amiga le preguntó si había puesto algún somnífero en las bebidas para adormecernos y dominarnos, pero entonces Silvina salió en su defensa, diciendo que ése no era su estilo.
Apenas terminé de escuchar eso, cuando sentí que mi cabeza comenzaba a dar vueltas, el vaso se deslizó de mi mano y caí casi sin sentido hacia un costado.
Cuando recuperé el conocimiento pude sentir que estaba desnuda de la cintura a los pies, boca abajo con la frente apoyada en un edredón suave, una venda sobre los ojos, mis cabellos tirantes como si estuvieran sujetos en una cola, los tobillos atados con cuerdas hacia afuera, lo que me mantenía con las rodillas separadas y mis antebrazos maniatados a mis pantorrillas. Me sentía totalmente expuesta.
Una fuerte palmada en mis nalgas me volvió a la realidad, mientras la seductora voz de Silvina sonaba en mis oídos entre algunos ruidos que retumbaban en mi cabeza.
“Parece que la perra pelirroja por fin se despertó, claro, la muy glotona comió más bocaditos que la rubiecita” Era eso, la comida con somnífero en vez de las bebidas.
Me dieron otro par de palmadas sobre mi culo, mientras podía oír la suave respiración y algunos jadeos conocidos de Helena, cuya cabeza estaba frente a mí, muy cerca. Era evidente que ya le estaban haciendo algo, porque sus gemidos eran de puro placer.
“Esa perra es para mí; te dejo que te encargues de Helenita” reconocí la voz de Juliana. Casi enseguida sentí un par de dedos abriéndome los labios vaginales y una suave lengua entrando a mi concha, buscando mi clítoris. La sensación fue increíble, casi me hizo acabar en un par de minutos… esta pendeja realmente sabía lamer y besar muy, muy bien.Tuve dos orgasmos casi consecutivos y después Juliana comenzó a pasarme la lengua por mi estrecho culito. Luego fueron dos dedos… hasta que me hizo acabar otra vez de tanta calentura. Sentía mis jugos corriendo entre mis piernas abiertas.
Mientras tanto, Helena también había gritado como una verdadera perra en manos de la seductora Silvina, señal de que también había disfrutado esta especie de violación. Después de escuchar nuestros tres orgasmos, las dos se detuvieron al mismo tiempo y Juliana anunció: “Tranquilas señoras, todo esto solamente fue una entrada, ahora viene el plato principal”.
Nos dejaron en la misma posición, con la cola para arriba y descansando la cabeza sobre las sábanas. Un rato después se oyó el timbre de la puerta y casi enseguida voces masculinas.
“Pasen chicos” dijo Juliana “A Sergio le toca Helenita, ya que le gusta la pija bien grande y dura” “Para Charlie tengo a Anita, que es muy perra pero parece tener la cola virgen”.
Helena abrió la boca para protestar, ya que no quería coger con un pendejo, pero enseguida dejó escapar un grito desgarrador, señal de que Sergio ya se la estaba metiendo. “Por el culo no, hijo de puta, me vas a dejar caliente!!” aulló mi amiga.
Charlie parecía más lento, ya que se tomó su tiempo para desnudarse y ubicarse a mis espaldas. Sentí unas fuertes manos que me recorrían todo el cuerpo con suavidad, disfrutando cada centímetro de mi piel.
Una enorme verga se apoyó contra mis dilatados labios vaginales, mientras me susurraban al oído “Qué te parece mi pija, te gustaría que te la enterrara en esa cola hermosa?”.
Antes de que pudiera contestar sentí algo enorme que comenzaba a empujar contra mi ano, intentando abrirse paso. Por suerte Juliana me lo había dejado bastante dilatado con sus dedos, así que a este pendejo no le resultó difícil meterme su voluminoso glande en apenas un solo movimiento. De todas maneras sentí un poco de dolor y lo expresé con un agudo chillido. Las dos pendejas se rieron, comentando que las pijas de sus amigos nos iban a encantar. Charlie se quedó quieto unos instantes, mientras mi estrecho ano se adaptaba a su enorme cosa. Luego sentí un líquido lubricante corriendo entre mis nalgas y finalmente el pibe se abalanzó con todo su peso hacia adelante, enterrándose hasta el fondo de mi cuerpo.
Siempre tuve sexo anal con Victor, lo cual nos produce gran placer a ambos, pero este chico comenzó a taladrarme el culo como si fuera una máquina, sin parar, sin piedad, sin hacer caso a mis gritos de dolor y mi pedido de que no fuera tan brusco. Así estuvo un rato largo, entrando y saliendo, me tiraba del pelo atado, me provocaba un intenso dolor; sentía que mi culo ardía por la fricción de su verga y él seguía igual.
Cerca de mí podía oír los jadeos y aullidos de Helena, que evidentemente estaba disfrutando también de una buena cogida anal. Sergio le decía “putita linda, te gusta cómo te estoy cogiendo?” Y mi amiga por supuesto gritaba que le gustaba, que la cogiera más fuerte todavía, que le rompiera bien el culo. Parece que todo eso lo excitó bastante a Sergio, que acabó rápido, pero quedó satisfecho, porque salió de la habitación diciendo “Qué buen culo tiene esta mina, es muy puta”.
Charlie mientras seguía dándome bien duro, sentía su verga bien erecta que parecía incansable; me tenía apretada por las caderas con sus manos y llevaba mi culo al encuentro de ese poderoso taladro que no dejaba de provocarme dolor y placer. Por fin dejó escapar un suspiro profundo y entonces sentí su leche caliente derramándose en mi interior. Descansó unos segundos apoyado sobre mi espalda, me besó en la nuca y me dijo “Hacía mucho tiempo que no me culeaba una viejita tan caliente como vos”. Luego me sacó esa pija todavía dura y salió de la habitación. Enseguida entraron las dos perras, preguntando si habíamos disfrutado bien de semejante cogida.
Helena las insultó un poco, diciendo que nosotras queríamos coger solamente con ellas, no con pendejos calentones. Juliana nos desató y nos señaló que podíamos ir al baño, dejándonos a solas en la habitación.
Nos abrazamos y besamos, acariciando nuestros castigados culos rebosantes de semen y pensamos que Juliana había ganado la revancha, pero todavía faltaba jugar el bueno…