Diario I : Reflexiones y el día que conocí a R.
¿Por dónde se empieza un diario? Seguramente mediante la expulsión manifiesta e íntima de los quehaceres diarios, de reflexiones propicias para lecturas íntimas, del propio escribano. Empero, este diario no tiene candado y aquí se exhibe quien suscribe, con una copa de vino a un costado e hileras de humo emergiendo de un cenicero. Cómodamente vestida -¿me hablo en femenino?- con bombachos beiche y una camiseta blanca, descalza. Y he pensado, he pensado mucho en mí, en mi vida, en cómo llegué aquí, a este recóndito rincón cibernético donde las personas buscan una escapatoria, un anhelo, un deseo, un subterfugio de sus oficiosas vidas. De hecho, nadie de los que me conocen o me han conocido o conocerán se imaginarían cómo llegué aquí. ¿Les pasa igual, asaltadores de la lectura incógnita? Sorbo del vino tinto mientras bajo mis auriculares suena Anna Malikova recreando ese concierto para piano in e minor no 1 op 11 romance larghetto de Chopin. Reconozco que soy sensible como esta obra musical, ¿casualidad que suene esta pieza sin haberla elegido y que saltó aleatoriamente a mis oídos ahora, en este preciso momento? Quizás sea eso, la casualidad, no la causalidad. Pero lo cierto que mis días los lamo sin nada alentador que hacer. Me gusta cuidar de mi hogar, salir a comprar en el mercado, cocinar con la música puesta, leer durante horas, ver filmes clásicos o fuera del circuito del merchandising, pintar un lienzo o escribir; salir a pasear pero, empero, pero, a veces hay quien cae en el letargo, incluso si hay trabajo de por medio. Se piensa, ¿es esta la vida? ¿La es? Aunque quede con amigos de pascuas a ramos, todo lo sólido parece licuar en mi interior. Y, dirán, ¿qué es del amor y sus divergencias, de la pasión? Pues que sí, existe con anhelo porque presente no está. Desde mi juventud siempre -hasta las postrimerías mayores- pensé que no existen fronteras para ello. Aunque claro, existe ese mundo oficial donde te exhibes como dicta la ley no escrita. En mi caso, como un chico formal. Empero, en mi caso comencé a masturbarme con mi pene trincado entre mis muslos y un peluche rozándome el capullo. Creo que ahí, como un vals de Strauss, alguien me indicaba mi condición que nunca he sabido exhibir. El tiempo pasa y uno se amolda a la sociedad y los hechos. Pero el tiempo pasa, sí, y aquí me encuentro, algo más mayor no sin haber probado de los placeres en carne con chicas y chicos. Y, ¿por qué estoy aquí? ¿Qué fuerza me ha llevado hasta aquí? A verme a veces travistiéndome como lo hacía a escondidas con 16 años. ¿Es producto de algo pasajero o hay algo de verdad? Porque hasta la fecha no lo he podido dejar, aunque sea por rachas a veces muy largas siempre vuelvo a ponerme una braguita o me visto con vestidos, me maquillo. Dios, hasta he adquirido juguetes sexuales, masturbándome analmente. ¿Soy normal? Entonces huyo otra vez con la música y los libros a otro lugar.
Sin embargo, esta vez pasó algo diferente porque me habló R.. Y R. no es cualquier letra del abecedario. Dado que me exhibí algo por estos lares se vio excitado y me habló. Como un potro salvaje y como si él quisiera domarme, nuestra historia, incluso a día de hoy es de tira y afloja. Lo increíble del caso es que nunca le he visto. No sé cómo es su sonrisa, sus gestos, su mirada, cómo se siente su calor corporal, cómo es el perfume que desprende, dónde están sus cicatrices y lunares. Y también anda anclada una eterna lejanía, los temores, las dudas, la eterna incertidumbre. Eso sí, tras muchos intentos nos hablamos y conozco su voz que trasmite euforia, alegría, simpatía, confianza. Y me abrí más hacia el pese a los temores. ¿No les parece increíble? El llegar en pensar y dejarse guiar por una sola voz, por un contorno borroso, fantasmagórico pero que te domina y se presenta en tus pensamientos día a día? Además se mostrar su virilidad y sutil carácter que me fascina, tiene un rol dominante y educado. Yo, desde pequeño, siempre he tenido un rol sumiso, sin saber por qué. Empero creo que será por la entrega total, enloquecida como la locura de Erasmo de Rotterdam que abarca el placer. Últimamente he remitido las lecturas y cuando paseo y suena una pieza de Jordi Savall pienso, ¿qué soy? ¿qué somos? ¿Volveré a huir? ¿Me entregaré a sus siglas? ¿Me admitirá como soy, sin fraudes y con naturalidad? ¿Cómo puedo satisfacerle a él y al mismo tiempo a mí? Todo es incógnita en este viaje, en este vuelo sin retorno.