
La chica del camping
Décima parte de la historia publicada con el mismo título, recomiendo la lectura de las anteriores, antes de seguir, para no perder el hilo. Espero que os esté gustando.
Con las risas cruzamos la puerta del bar y, en seguida, reconocí a mi hermana sentada en la barra con una cerveza en la mano. Estaba guapísima. Se había cortado el pelo a melenita y se lo había teñido de rubio platino. El cambio de look era total, sobre todo si tenemos en cuenta que la última vez que la vi tenía una melena a lo Pantoja en castaño oscuro que era el sueño de todas las peluqueras del barrio.
-¡Nena! –le exclamé -¡estás guapísima! –y me lancé a por ella a darle dos besazos.
-Hermanitaaaaaaaa!! –Inés saltó del taburete y se vino hacia mí a la carrera.
-¿Qué haces aquí? No! ¿Qué haces aquí y ahora y, además, apareciendo tan de repente? –le pregunté feliz.
En el trayecto del bar al bungaló Inés me contó que el motivo de su visita era descansar y desconectar. Tenía unos días libres y pensó en venirse conmigo a Mojácar porque, el día que hablamos por teléfono por primera vez tras la pelea, me notó en la voz que esto me estaba sentando realmente bien y ella necesitaba lo mismo. Nos estuvo contando cómo fueron aquellos días al detalle y, embebidas en la charla, llegamos al bungaló.
Abrí la puerta y entré la primera a la casa. Inés entró tras de mí y Eva lo hizo en último lugar. Cerró la puerta y, mientras mi hermana y yo llegábamos al salón, ella encendió la luz del baño.
-Nena –me dijo –voy a darme una ducha ¿Alguna se apunta? -.
-¡Shhhhhh! ¡Que acabo de llegar! –le contestó de inmediato mi hermana en tono conciliador Déjame tener mi ratico de intimidad a solas con ella anda… -continuó diciendo de manera cómplice -…¡Pero me gusta que pienses así! –terminó por decir con ironía.
Eva se desnudó en el pasillo como era su costumbre y, tras coger una toalla de la leja, se metió en el aseo. Inés y yo terminamos de acomodarnos en el sofá después de coger unas cervezas y, cuando escuchamos la mampara de la ducha y el grifo abierto, empezamos a cuchichear.
-Pues sabes tú que está bien buena mi cuñada –bromeó –y parece tan descarada como las veces que hemos hablado por teléfono… -.
-Lleva en la espalda una carga muy pesada –le dije.
A continuación le conté brevemente la historia de Eva y como la experiencia la había convertido en la chica que era actualmente. Una chica a la que enseguida se le cogía el punto y a la que era muy fácil entender después de conocer todo lo que traía de su infancia.
-¿Y lo vuestro es algo formal? –me preguntó Inés.
-Pues la verdad es que no… -me quedé pensativa un instante -¿Tú crees que con la carrera que llevo en cuatro días puedo considerar algo de esto como formal? ¡Ostias! Y lo que tú no sabes es que llevamos todo el fin de semana orgia tras orgia!! ¡¡Nena!! –mi gesto de inminente confesión era un poema –soy un putón verbenero –y nos echamos a reír.
-Pues sabes tú que, ahora que sé el ritmo que lleváis, casi que estoy por meterme en la ducha –volvimos a reír –Que me vendría bien después del tute del coche, que vengo que apesto a bicho -.
-¡Ostias! Que si mi hermana está aquí y sale con nosotros, también va a estar si la cosa se desmadra –pensé.
No había caído en ese detalle hasta ese momento. Comencé a procesar la información rápidamente teniendo en cuenta la incorporación del plano sexual al hecho de que Inés estuviera en Mojácar y, tras sopesar pros contras de un posible cambio de actitud por mi parte, decidí que no había problema en que las cosas continuaran al ritmo que lo estaban haciendo hasta ahora. Este era el aire que a mí me estaba dando la vida así que era justo que Inés también lo respirara.
-Tira para la ducha si quieres –le dije –pero te advierto que esa ducha es muy peligrosa –bromeé.
Inés pilló enseguida el comentario y, tras pensárselo un segundo, empezó también a quitarse la ropa mientras me preguntaba con la mirada dónde dejarla.
-Échala en el banquito de ahí –dije señalando al banco de obra junto al que estaba la mesa para comer.
-¿No te apuntas? Deberías quitarte la sal del cuerpo -.
-Ahora me ducharé yo, que no cabemos las tres -.
Inés cruzó el salón desnuda y entró al baño. Y justo después escuché a Eva gritar y reír.
-¡Que me violan! ¡Que me violan! -.
Entonces escuché también la risa de mi hermana. Tenía la certeza de que se iban a llevar bien y de que, antes o después, estas dos iban a liarse. Y os confieso que, con el miedo que le tenía yo a esa ducha, el antes podía a ser incluso mucho antes de lo que hubiera podido imaginarme.
Sin embargo la ducha pareció no tener connotaciones sexuales y, a los pocos minutos, Eva e Inés salían del baño liadas en sus toallas caminando hacia el salón.
-Ya tienes la ducha enterita para ti –me dijo mi hermana.
Me levanté del sofá y me fui hacia el baño. Una vez dentro me quité la ropa y me metí en la ducha. Al terminar de secarme me lié la toalla al pecho y salí de nuevo en dirección al salón en donde me las encontré, de nuevo desnudas, y sentadas cada una en una silla viendo algo en el portátil.
-Estamos viendo las fotos de esta mañana –me dijo Inés –La tía que está en bolas en el agua no puedes ser tú… No es la Laura sosa y aburrida de Madrid sino que, por el contrario, te dejas fotografiar desnuda y se te ve la felicidad en la cara -.
-Y está muy buena –interrumpió Eva.
-¡Eso! –confirmó mi hermana –y estás de un buenorro que te partes. ¿De dónde has sacado tú ese cuerpazo? Nunca me hubiera imaginado que escondías ese cuerpo debajo de tus ropas anchas de siempre… Vamos que porque eres mi hermana que, si no… -.
-¡Pero yo no lo soy! ¡Y también estoy muy buena! –bromeó Eva.
Mi hermana y ella sostuvieron la mirada unos segundos mientras se reían del comentario y, entonces, vi la conexión de complicidad en la mirada de Eva (Inés me daba la espalda). Acto seguido, acercaron sus caras y empezaron a besarse suavemente en los labios.
Me quedé estupefacta viendo la escena durante unos segundos, justo los que tardó Eva en levantarse de la silla y venir a besarme mientras acariciaba el hombro de Inés. Esto era nuevo y desconocido para mí por lo de mi hermana pero… ¿A qué había dicho que no hasta ahora?
Respondí al beso de Eva metiéndole lascivamente la lengua en la boca y pegando mi cuerpo contra el suyo. No dudó en llevar su mano al nudo y desatarme la toalla para poder acariciarme toda la piel. Su mano bajó por mi espalda hasta cogerme del culo y me apretó fuertemente contra ella para poder restregarnos las pelvis.
Mientras besaba y magreaba a Eva, mi hermana había comenzado a darle mordisquitos en el cachete desde la silla. Inés fue recorriendo el cachete de atrás hacia adelante hasta que, finalmente, tuvo que levantarse de la silla –aunque seguía de cuclillas- para poder seguir el itinerario que se había marcado y que, tras pasar por el hueso de la cadera de Eva, continuaba hasta perderse bajo nuestros vientres.
Los mordisquitos pasaron a ser lametones. Inés coló su lengua entre nuestros cuerpos y nos rozó a las dos. Yo quería seguir restregando mi pelvis contra la de Eva y la lengua de mi hermana trataba de separarnos sin éxito. Finalmente Inés se fue incorporando lentamente pegando sus tetas contra cada una de nosotras y, cuando estuvo de nuevo en pie, empezó a besarme el hombro mientras me acariciaba la espalda en sentido descendente pero sin prisa ninguna.
Su mano llegó hasta el culo y, tras recorrerme el cachete deslizando solo las yemas de los dedos, me lo cogió fuertemente desde abajo y lo magreó. Había encajado bien los dedos para trincármelo porque me lo sujetaba casi por completo y con el dedo meñique muy cerquita de mi ano. Solo el tacto de su mano me excitaba con locura y, cuando sentí que me apetecía montármelo con mi hermana, me puse como una moto.
-¿Vas a comerle el coño a tu hermana mayor? –le pregunté casi que ordenándoselo.
-Y, además, pienso hacerlo mientras me follo a su amiga –respondió Inés mientras deslizaba su mano para colarla en la entrepierna de Eva.
-Mira las hermanas que putas que son, las guarradas que se dicen en su primera vez… Esto habría que grabarlo para la posteridad… -.
Las palabras de Eva terminaron de emputecerme. Si bien cuando habían empezado a besarse estando aún sentadas yo tenía la lívido por los suelos, en el momento en el que nos encontrábamos habría sido capaz de cualquier cosa. ¿Video? ¡Pues video! La idea me ponía muy perra. Así que solo tuve que cruzar mi mirada con la suya para hacerle saber que le decía que sí a todo.
Eva nos dejó para coger la cámara de fotos y mi hermana y yo comenzamos a besarnos la boca y a magrearnos para gozar nuestros cuerpos.
-Estas son Laura e Inés… –escuchamos que empezaba a decir Eva. La miramos y ya estaba grabándonos –Son dos hermanitas que se lo van a hacer juntas por primera vez y resulta que, aunque ellas no lo sabían la una respecto de la otra, son dos buenas perracas…- Eva giró la cámara para grabarse -Os lo digo yo que me he follado a una de ellas varias veces y, a la otra, me la voy a follar ahora… Y eso que no hace ni un par de horas que nos conocemos… -volvió a girar la máquina hacia nosotras -¿Qué tal si os tiráis en la cama que encuentre el sitio donde dejar la cámara? -.
Ni corta ni perezosa cogí a mi hermana de la mano y la guié hacia la cama. Una vez allí me recosté sobre la almohada, con la espalda en el cabecero, y abrí las piernas invitando a Inés a que me comiera a su antojo. Mi hermana se puso de rodillas en la cama y se dejó caer hacia delante para hincar su cabeza en mi entrepierna. Con el calentón que llevaba encima no necesité ni preliminares siquiera. Conforme sentí el tacto de su lengua paseando sobre mi clítoris empecé a chorrear a la par que sentía los primeros escalofríos de placer.
Eva, que estaba de pie a los pies de la cama, debía estar cogiendo un plano en el que, en primer término, resaltaba el culo en pompa de mi hermana. Seguí con la mirada la línea desde el objetivo de la cámara hasta la cara de Inés, empotrada en mi vulva, y luego, volví a levantar la vista buscando de nuevo a Eva.
-¿Te gusta lo que ves? –la forma en que se mordía el labio mirando la pantalla de la cámara era una respuesta más que satisfactoria.
Al escucharme, Inés giró la cara en busca de Eva y continuó lamiéndome el clítoris, solo que mirando a cámara.
-Con la de cosas que me has contado sobre mi hermana –comenzó a decir Inés ¿Cómo no se te había ocurrido contarme que tiene el coño así de rico? -.
Latigazo de placer.
-fallo mío –respondió Eva –pero ya está resuelto parece ser… Y, ahora que lo dices, ¿No te gustaría saber que opina ella del tuyo? -.
Inés y yo nos miramos y, acto seguido, ella se dejó caer de espaldas sobre la cama con lo que su cabeza quedó suspendida en el aire a los pies. Yo me incorporé y, adoptando la misma posición que había mantenido ella con el culo en pompa, fui besándole el muslo mientras descendía ardientemente en busca de su entrepierna.
Saborear por primera vez el empapado coño de mi hermana fue una experiencia altamente excitante. Cuando mi lengua se mezcló con sus fluidos me entraron ganas de hundir mi cara contra aquella concha y lamerla exageradamente. Y así lo hice… Inés respondió con jadeos a la par que apretaba su cuerpo contra mí y levantaba en tensión la cabeza clavando su mirada en el coño de Eva, que veía del revés.
-Laura… -me dijo Eva entre susurros apuntándome con la cámara -¿Está rico? -.
Mientras miraba al objetivo, deslicé mi lengua de abajo a arriba empezando por la boca vaginal hasta el clítoris, arrastrando así el flujo de mi hermana con la punta de la lengua que, finalmente, rocé con el labio de arriba de la boca antes de esconderla en el paladar.
-Riquísimo –contesté con lascivia –Deberías probarlo… -.
Eva dejó la cámara enfocando hacia la cama y se puso a mi lado en mi misma posición para comernos el coño de Inés a la vez. Mi hermana estaba totalmente abierta de piernas y jadeaba al sentir dos lenguas jugueteando en sus jugos. Para sujetarse, Eva me echó la mano al culo y, poco a poco, la fue deslizando hasta alcanzarme el ano con la yema de un dedo. Y, aprovechando mis propios fluidos vaginales, comenzó a lubricarlo y estimularlo dibujando círculos a su alrededor. Podría correrme en esa posición…
La excitación me relajó el esfínter y Eva me metió el dedo hasta el fondo. Mi reacción fue la de morder apasionadamente la ingle de mi hermana y, a continuación, volver a lamerle el coño como una posesa.
Estaba tan cachonda que, en ese momento, cambié de postura y crucé mis piernas con las de mi hermana para encajarnos y hacer la tijera. Y también empecé a comerle la boca a Eva con frenesí. Luego, pasados unos sabrosos e interminables segundos, Eva pasó una de sus piernas por encima de mí y me puso el coño unos dos dedos por encima de la cara.
Encontré en el culo de Eva un interesante punto de apoyo sobre el que hacer fuerza cada vez que quería apretarme más contra mi hermana y, obviamente, no podía evitar que mi cabeza se despegara del colchón para comerme esa perla empapada que tenía sobre mí. Pero, lo que no me esperaba, fue sentir la boca de mi amiga dándome bocaditos alrededor del ombligo y bajando poco a poco hacia nuestros sexos en fricción.
No lo pude evitar y, conforme sentí su lengua colarse entre nuestros clítoris, empecé a correrme. Ahogué mis gemidos contra el coño de Eva, metiendo incluso la nariz por su boca vaginal y chupándole con fuerza el clítoris, víctima de un orgasmo descomunal. Me aferraba fuertemente a su culo con las dos manos mientras que empujaba con tanta fuerza contra mi hermana que, entre la excitación y el clímax, temía que fuera capaz de tirarla de la cama. Hasta que por fin separé la cara del sexo de Eva y suspiré tan satisfecha que caí rendida sobre el colchón a la par que empezaba a relajar todos los músculos de mi cuerpo.
Eva ocupó mi lugar con respecto a mi hermana y ambas comenzaron a follar de nuevo con la intención de culminar la faena por todo lo alto. Follaban con todo el cuerpo, incluso en los ojos se les veía como se devoraban. Me acomodé en un claro de la cama, de cara a mi hermana y a la espalda de Eva, para verlas gozar y no pude evitar empezar a masturbarme de nuevo.
Tras algo más de un par de minutos dándose estopa, vi cómo la cara de mi hermana pasaba de expresar el placer con todos los gestos imaginables a anunciar la inminente llegada de su orgasmo. Aunque los gemidos finales de Eva llegaron antes que los de Inés. Sin dejar de moverse, Eva empezó a correrse y, al poco, lo hizo mi hermana. Ni siquiera en ese momento dejaron de mirarse a los ojos. Como si hubiera entre ellas una conexión especial que yo no era capaz de deducir pero que, sin lugar a dudas, mostraba evidentes signos de complicidad en el tono de su mirada. Y así estuvieron hasta que comenzaron a detener el ritmo paulatinamente y ambas cayeron, como yo, rendidas sobre el colchón.
Nos repusimos y terminamos por levantarnos de la cama y volver hacia el saloncito del bungaló. Saqué unas latas de refresco de la nevera y Eva encendió cigarros para todas. Mi hermana, que había ido al cuarto de baño al levantarse de la cama, salió del aseo sorprendiéndome con una simple pregunta.
-Bueno… ¿Y qué planes hay para esta noche? -.
Apenas hacia cinco minutos que habíamos terminado de echar nuestro primer polvo filial que, además, se había convertido en un trío por la presencia de Eva y mi hermana ya estaba preguntándome qué planes había para la noche.
-Tía! Que es la hora de comer y queda aún toda la tarde antes… Pensaba que me ibas a decir algo precisamente sobre la comida… ¿Es que no tenéis hambre? Porque yo estoy lampando -.
Inés sonrió con cara de no tener ninguna respuesta. Ahora sí que parecía que acababa de llegar de Madrid. Tenía el típico gesto de “a mí no me miréis. Yo acabo de llegar y ni tengo ni idea de dónde se puede ir a comer aquí”.
-Podíamos ir al chiringuito del Fali –dijo Eva –es un amiguete mío que prepara un arroz que te vuelves loca de lo bueno que está… ¡Hablo del arroz, no de mi amigo! Malpensada –me dijo mirándome burlona -¿Os apetece? -.
-¿Dónde queda? ¿Hacia Carboneras o para abajo? –le pregunté.
-No, para abajo, está en la carretera de nuestra calita, un poco más adelante –contestó.
-¿Os apetece comidita de playeo y luego pasar la tarde tiradas como lagartos en la playa? –volví a preguntar.