Conejita de laboratorio (1)
1
Todo empezó a primera hora de la tarde cuando llegaron a casa del jefe de Paco, su marido. El consejero delegado de la empresa, había llegado de Nueva York y se había preparado un partí para agasajarlo. Un buen número de directivos de medio pelo y unos pocos “pata negra”, deambulaban con sus esposas ataviadas como si estuvieran de boda. Una hora mas tarde, cuando la intranquilidad comenzaba a cundir entre los devotos asistentes, llego él. Cuando apareció por la puerta, un enjambre de ejecutivos trajeados se atropellaron ávidos de rendirle pleitesía. Cuando por fin le vio, se encontró con un hombre maduro, pero con buena presencia, y desde luego atractivo. Fue como un fogonazo inexplicable cuándo se aproximo a él. No podía entender como una señora como ella, estaba mojando las bragas de esa manera. Se pegó a su marido con el único afán de que le presentara al jefazo americano, y lo consiguió. Cuando se estrecharon la mano, lubrico más. Y él se dio cuenta de inmediato, como… si lo esperara. Ya no la soltó. Con la excusa de que necesitaba un guía que le presentara a todo el mundo en la fiesta, la llevó del brazo y en ocasiones por la cintura, ante el beneplácito orgulloso de su marido, que no hacia más que sacar pecho y sacar fotos con su móvil también. En una ocasión, mientras charlaban en un corro de seis o siete personas, y aprovechando que ella y el consejero delegado estaban dando la espalda a la pared, noto como la mano de este se deslizaba suave hasta su trasero. El sofoco la subió hasta sonrojar sus mejillas. Pero no fue algo fortuito, cada vez que el consejero tenía oportunidad, su mano se deslizaba por su trasero. Lo suyo era bastante más que un simple sofoco. Claramente había mojado las bragas, mejor dicho el tanga, y las piernas la temblaban solo de pensar en la posibilidad de que su marido la pillara en un trance tan delicado, y sin comerlo ni beberlo, al menos por ahora.
Mientras recorrían la fiesta, conducida por mano firme por el consejero, no veía el momento de quedarse a solas con él. Al final ocurrió. Con el deseo desbocado y cegándola el cerebro, se encontró a solas con él, en uno de los dormitorios de la casa. Sin mediar palabra la cogió por la nuca y la beso en la boca. De inmediato noto como su exiguo tanga se humedecía definitivamente. A continuación, agarrándola fuerte por el pelo, la arrodillo mientras se sacaba la polla. Nunca había tenido nada tan grande dentro de la boca, aunque la de su marido no estaba mal. Casi la llenaba por completo. El glande presionaba con fuerza contra el fondo de su garganta más allá de la campanilla con cada embestida. Pero sin saber explicar por qué, sentía una excitación desaforada. Cuando eyaculo, sintió el peculiar sabor del esperma mientras salía por la comisura de los labios. Sin soltarla del pelo, la bajo las hombreras del vestido que resbalo hasta el suelo. A continuación, soltó el cierre del sujetador y tirando del tanga, lo rompió y se lo guardo en el bolsillo después de pasárselo por la nariz. Mientras la tiraba del pelo hacia atrás la mordió el cuello con largos chapetones como si fuera el mismísimo Drácula. Notaba como sus jugos vaginales resbalaba por la entrepierna. No se podía resistir: era cómo si estuviera hipnotizada. Oyó abrirse la puerta y la familiar voz de su marido.
—¿Cómo va todo? —preguntó.
—Genial, —contestó el consejero delegado—. Como estaba previsto.
No entendía nada. Con ojos aterrados miraba a su marido, que se acercó a ella, y comenzó a acariciarla el trasero.
—Ya te dije que era la candidata idónea, —le contestó—. Esta muy buena y, además, ya estaba harto de las tonterías de la puta pija esta.
—Te podías haber divorciado.
—Lo tenía pensado, pero luego vi esta posibilidad que me intereso más, —le respondió riendo—. La tengo de conejillo de indias, y si sale bien, la convertiré en mi puta particular. Y por supuesto a tu libre disposición, —ella, en ese momento se quería morir, porque de manera inexplicable sentía una excitación, y una atracción desaforada hacia los dos hombres que se referían a ella de manera tan vulgar.
—¿Cuándo podremos rentabilizar el producto? —preguntó el consejero
—Pronto. La dificultad es que no se puede comercializar libremente. Pero clandestinamente, nos vamos a forrar. Y el dinero negro que vamos a recibir será enorme.
Mientras ellos hablaban, se daba cuenta de que la habían utilizado para una prueba final, mejor dicho, la estaban utilizando para una prueba final. Con lo que sentía, se daba cuenta de que ella misma deseaba que siguieran experimentando.
—¿Ya te la ha chupado?
—Si, ya me ha descargado. Toda tuya.
—Ven aquí, zorra, —le ordenó su marido sentándose en el sillón.
No entendía como, pero la orden se grabó en su mente con una fuerza inusitada. Se terminó de desnudar y arrodillándose entre sus piernas se puso a chupar con un furor desconocido en ella. Entonces notó una mano cubriéndola completamente la vagina.
—Es una lastima que esta imbécil no tenga depilado el chocho, —oyó decir al consejero.
—¡Joder! Nada que no se pueda solucionar, —contesto su marido—. Espera que descargue y que se afeite. Ah, y no te preocupes, te he disculpado. He dicho que te han llamado urgentemente, y de esta cerda que se ha puesto mala.
—Fantástico, va a ser una tarde muy interesante, —exclamo el consejero complacido.
—Por lo que a mí respecta, la noche también, —añadió su marido soltando una carcajada—. Además, te tengo una sorpresa.
—Me encantan las sorpresas. Dime ¿Qué es?
—Tranquilo, si no, no seria una sorpresa.
—Por cierto, ¿Cuánto dura el efecto del producto?
—De tres a cuatro horas, —respondió su marido mientras le seguía chupando la polla—. Tranquilo, tengo un par de dosis más preparadas.
Cuando su marido descargó, la mandó depilarse la vagina delante de ellos. La sentaron abierta de patas sobre la mesa redonda de la habitación y ahí, con una maquinilla de afeitar se depiló totalmente. A pesar de la terrible vergüenza que la embargaba, obedeció como un autómata a todas sus indicaciones. La ordenaron introducirse los dedos en la vagina y en el ano. Estimularse el clítoris hasta que se corrió sobre la mesa con un orgasmo brutal que la dejo aun más deseosa de polla, mientras los jugos que desprendía su depilada vagina manchaban la mesa.
—¿Explícame bien como funciona esto? —preguntó el consejero—. Hay dos compuestos, ¿Pero cual es el afrodisíaco?
—Los dos juntos. Por separado son inocuos. A esta zorra se lo he echado en el café antes de salir de casa, y hasta que no ha olido el otro producto, que te habías puesto encima como si fuera un perfume, no se ha activado. Además, habrás observado que tiene un factor hipnótico muy interesante, —le respondió riendo?. Todo lo que la ordenemos, lo cumplirá sin rechistar: si la dijéramos que se cortara el cuello, lo haría sin rechistar.
—Fantástico, —dijo el consejero, que ya se había desnudado, agarrándola otra vez del pelo y sentándose en el sillón—. ¿Y acepta el castigo físico? —preguntó con repentino interés, mientras la colocaba entre sus piernas y la pasaba la polla por la cara.
—No hay problema. Cualquier cosa que la hagas lo aceptara.
—Solo la idea de atarla y follarla… y darla unas cuantas hostias, me excita que te cagas, —le comento pensativo, mientras observaba como sacaba la lengua intentando atraparle la polla mientras se la restregaba por la cara—. ¿Cuándo me la puedes prestar para digamos… una sesión particular?
—Ahora mismo. Déjame que la de por el culo, que me está apeteciendo, y es toda tuya, —le contesto sonriendo—. Pero quiero grabarla con el iPhone cuando más degradada este. Cuando la des por el culo y chille como una cerda mientras la hostias.
—¡Eres malo, tío! —le dijo el consejero riendo mientras la metía la polla definitivamente en la boca—. Más que malo, eres perverso.
Cuando el consejero se corrió nuevamente en su boca, su marido la tumbó bocarriba en el suelo, y subiéndola las piernas, con la punta de su polla se puso a presionar sobre su ano, mientras con ambas manos la sujetaba la cabeza. Quería ver la expresión de su cara, de sus ojos mientras la penetraba. No quería perderse nada. En sus años de matrimonio, nunca le permitió entrar por ahí. La polla fue entrando lentamente en el interior de su ano, mientras su esposa abría los ojos y la boca en un signo evidente de placer.
—¿No ves, hija de la gran puta, como te gusta? —la susurraba mientras ella comenzaba a gemir—. ¡Vamos, contesta! ¿Te gusta?
—Si Paco, me gusta, —contesto con un hilo de voz.
—Veo que sientes verdadero amor por tu esposa, Paco, —afirmo el consejero sin parar de reír.
—Ahora sí. Calladita y solo abriendo la boca para tragar pollas.
Paco se corrió como en su vida lo había hecho. Tuvo un orgasmo tremendo.
—Vamos cerda, límpiame la polla, —la dijo levantándose e introduciéndola la polla en la boca. Ella, con avidez desmesurada, la acepto y comenzó chupar. Unos minutos después la mandaron a la ducha mientras ellos hacían planes. Cuando regreso, la arrodillaron en el suelo y la hicieron abrir la boca. Paco, rompió el cuello de una ampolla y vació su contenido en la boca de su esposa. Después, se rociaron ellos con el contenido de otra ampolla.
—Listo. Otras cuatro horas mas, —exclamo Paco vistiéndose, mientras el consejero, cogiendo su corbata, comenzaba a atarla manos por detrás de la espalda.
A partir de ese momento, el consejero se quedó solo un par de horas con ella. Paco, tuvo que salir para atender a los invitados y despedirlos lo antes posible. El dueño de la casa también se fue, siguiendo las indicaciones de Paco. Se daba perfectamente cuenta de quien estaba al lado del consejero delegado.
—Ya me he desecho de todo el mundo. Tenemos libre esta casa, todo el fin de semana, —le dijo abriendo la puerta del dormitorio. El consejero estaba sentado en el sillón, mientras se acariciaba la polla con los pies de la mujer—. Veo que ya te has dado cuenta de que tiene unos pies muy bonitos.
—Sí que los tiene, sí. Toma, te la paso. Estoy cansado, desde que te has ido no he parado de zumbármela, —dijo levantándose y dirigiéndose a prepararse una copa—. Para la próxima vez, tengo que conseguir Viagra. Esta tía es un vicio. Cuanto más la das, más quieres seguir dándola.
—Pues sin el compuesto, te aseguro que es una gilipollas insufrible.
—Ya sabes lo que dicen, —dijo el consejero riendo—. Las mujeres tienen el mes porque por algún lado tienen que reventar.
—De otras mujeres no sé, pero esta seguro, —corroboro Paco acompañándole en las carcajadas—. La he aguantado estos años porque casi no nos vemos. Yo trabajando y ella, en el gym o con sus amigas que son tan gilipollas como ella o más. ¿Te gustan sus tetas?
—Ya lo creo, son cojonudas.
—¿A qué parecen de verdad? Pues 8.000 cada una. Se pusieron de acuerdo todas las amigas para operárselas, las muy hijas de puta, —y diciendo esto, la agarro por el pelo y poniéndola de rodillas la metió la polla en la boca—. ¿Sabes? Me encanta mirarla desde aquí arriba mientras me la chupa. ¿Sabes que es lo mejor de este preparado? Que mientras están bajo su efecto, las tías son prácticamente incapaces de hablar.
Los dos soltaron al unísono unas estruendosas carcajadas. Asiéndola por el pelo, Paco llevó a su mujer de rodillas hasta el otro sillón donde se sentó. Durante más de una hora, los dos hombres estuvieron hablando sobre el gran negocio que iban a poner en marcha. Mientras tanto, ella les chupaba la polla alternativamente.
—Creo que me voy a aficionar a este tipo de reuniones de trabajo, —dijo el consejero—. Cuando a esta zorra se le pase el efecto del producto, nos puede denunciar.
—Tranquilo, no hará nada. Antes de salir de casa, y después de darla el producto, la he hecho firmar unos documentos por los que renuncia voluntariamente a todos sus derechos sobre mis posesiones. Como decimos aquí: esta con una mano delante y otra detrás. Además, dentro de pocos días, y si todo sale bien, ni siquiera eso será ya necesario.
—No me digas. ¿Qué estás maquinando con esa mente perversa? —pregunto interesado el consejero.
—Es la sorpresa que te había prometido. Estamos en este asunto, mucho más adelantados de lo que crees. En unos días podremos hacer la primera prueba de una capsula subcutánea que tendrá dos meses de duración, —respondió Paco, y señalando a su esposa, añadió—. ¿Imaginas quien va a ser la primera en probarlo?
—¡Fantástico! Quiero que os vengáis a Nueva York. Te nombraré director general de la empresa y así lo tendremos todo controlado, —exclamó el consejero, mientras subiendo las piernas, obligaba a la mujer a chuparle el ano y a meter su lengua en su interior—. Además, así tendré a esta más a mano. El dinero va a afluir como un torrente y ya te imaginaras que parte aparecerá por algún paraíso fiscal al margen de la empresa digamos que cómo comisiones: ya me entiendes. Tenemos que hilarlo todo muy bien.
—Querido consejero, si a todo, —y después de una pausa, añadió—. ¿Y si nos dedicamos plenamente a dar a esta zorra todo lo que se merece?
—Totalmente de acuerdo querido socio.
Los dos hombres se levantaron y llevaron a la mujer hasta la cama. Allí, la administraron otra dosis del preparado y se dedicaron plenamente a ella. Durante casi tres horas, la hicieron de todo, la follaron por todos sus orificios, la azotaron el trasero, la abofetearon, la retorcieron los pezones. En ningún momento se la oyó quejarse, al contrario, cada golpe era un gemido de placer. Finalmente, como había pedido Paco, el consejero sentó en el borde de la cama a la mujer y mientras de frente la follaba el ano, con la mano derecha la abofeteaba la cara, mientras la mantenía asida por la nuca con la mano izquierda. Paco, con su iPhone, grababa toda la secuencia con muchos primeros planos. Uno de cómo la polla del consejero entraba y salía del ano de su esposa. Otro de cómo su chocho se abría y se cerraba, mientras rezumaba con las embestidas. Otro de la cara de su esposa gimiendo cuando recibía los bofetones. Otro del orgasmo que tuvo y de cómo se corría el consejero. Y el último de cómo con glotonería limpiaba la polla del consejero con la boca. Terminada la filmación, Paco desató a su mujer y pasándola las manos por detrás de la nuca, se las volvió a atar pasando la corbata alrededor de su cuello. Después se colocó detrás de ella y la penetro también por el ano mientras con una mano la sujetaba del pelo.
—¿Te gusta como se la marcan las costillas? —preguntó al consejero pasando sus dedos por ellas como si fueran las teclas de un piano.
—Me encanta, —respondió el consejero que estaba grabando con su iPhone las acciones de Paco—. Me jode que no haya pensado yo en esa postura.
—Tranquilo, vas a tener mucho tiempo para ponerla en la postura que quieras.
Paco apretaba el culo de su esposa mientras la seguía agarrando del pelo obligándola a arquear la espalda. Con la mano libre, la pellizcaba las tetas y la azotaba las nalgas alternativamente. Finalmente, se corrió, y ella también.
—¡Qué barbaridad! Como la chorrea el chocho. La resbala por la entrepierna a la muy puta, —exclamó el consejero con admiración—. Cuanto más veo… y cuánto más la follo, más convencido estoy.
—¿Quieres echarla otro? —pregunto Paco al consejero—. Hay tiempo todavía.
—No jodas Paco, estoy muerto. Hace muchos años que no follo con este desenfreno. Y ya estoy más cerca de los sesenta que de los cincuenta, —contestó el consejero tirado en el sillón—. Mándame tu video y yo te mando el mío.
Se mandaron los videos mientras se tomaban una copa, y la esposa de Paco permanecía tirada en el suelo completamente agotada.
—¿Cuándo sale tu vuelo? —le pregunto al consejero.
—Dentro de ocho horas —contesto mirando su Rolex—. Cuando termines todas las pruebas con el producto, te quiero en Nueva York para poner en marcha todo el tinglado. Y no te olvides de esta, —añadió señalado a la mujer.
—De acuerdo entonces. Me la llevo a casa, seguramente cuando lleguemos todavía la de un poco más, —y pensativo añadió—. Me ha gustado esto de atarla. Seguiré experimentando en esa dirección.
—¡Increíble! ¿Te vas a hacer un vicioso de tu propia mujer? —exclamo riendo el consejero.
—Creo que sí. En condiciones normales me daría por culo, pero creo que lo mejor, es que la de a ella, —respondió Paco guiñando un ojo.
Seis meses después, todo estaba en marcha. Se creó una nueva empresa con sede en Macao, aunque se dirigía desde Wall Street. Los dos compuestos se fabricaban en laboratorios distintos en China e Indonesia, y se ensamblaban definitivamente en Filipinas. La cápsula subcutánea era un éxito total y consiguió que muchos hombres amargados… y de clase media muy, muy alta, se convirtieran en hombres felices. El dinero entraba a raudales y se desviaba, mediante una compleja ingeniería financiera a cuentas protegidas en paraísos fiscales, entre las que estaban las suyas propias. En un año se convirtieron en multimillonarios sin que nadie se enterara, y la hacienda norteamericana menos. Como el consejero y el nuevo director, pasaban mucho tiempo en la sede central de la empresa, decidieron contratar a la esposa de Paco como asistente. Puedo asegurar que estaba más tiempo abierta de piernas que con ellas cerradas. A ella se fueron uniendo alguna que otra amante esposa de directivo farmacéutico. Pero la que más éxito tenía era la esposa de Paco, y es que, ¡Joder!, esta muy buena. Había días que empezaba a follar a las ocho de la mañana y seguía cuando regresaba a casa con su marido. Paco había construido una sala de torturas, en el sótano de su casa, donde “experimentaba” con su más que dispuesta esposa. Era un secreto que solo compartía con el consejero, que en ocasiones también pasaba por allí. Cada cierto tiempo, la mandaban un par de semanas al dique seco para que se recuperara de sus “achaques” y moratones. El “dique seco” era que solo chupaba pollas.
Pero cuando mejor se lo pasaban con ella, era cuando los dos se la follaban juntos. Lo hacían una vez al mes para evitar que llegaran a hastiarse. Tenían una discreta casita en Ocean Blvd. en Long Beach, en la playa. Se trasladaban el viernes, al salir de la sede del laboratorio, y estaban hasta el domingo por la noche. En el dormitorio principal tenían una súper cama de más de dos metros de ancho, para estar cómodos. Cuando estaban con ella en esa cama, siempre estaba atada con las manos a la espalda gracias a un arnés especial de cuero que la mantenía los brazos cruzados por detrás, disparándola las tetas hacia adelante. La penetraban al unísono, la azotaban, la gozaban y la hacían gozar, como casi no es posible hacer gozar a una persona. Desde el experimento de Madrid, su amistad se había fortalecido, y ella era la clave. Sin ninguna duda, desde ese día, la esposa de Paco era una mujer feliz. A lo mejor antes también lo era… a su manera. De acuerdo, forzado, inducido o como queráis, pero ella ahora era feliz en su faceta de esclava sexual.
2
El negocio iba viento en popa. Hacia tres años que el producto se había comercializado, eso si clandestinamente, pero no había sido un problema. Nadie estaba dispuesto a levantar la perdiz, en un asunto en el que todo el mundo salía beneficiado. Por supuesto, los seis miembros del núcleo duro del laboratorio, los que más. Con la mayor parte del poder mundial, nacional, empresarial, regional, local, policial, y judicial en manos de hombres, nadie quería tirar de la manta. Cuando se rumoreaba algo, por ahí aparecía inmediatamente un cofrade, que era como Paco, el director general llamaba a los intermediarios que distribuían el producto. Automáticamente, la vida familiar del político, juez o policía de turno mejoraba sustancialmente. Los costes de producción del producto eran ínfimos y se podían distribuir como pago para tapar bocas. Pero siempre en ampollas de un uso, las cápsulas subcutáneas, recordad que sus efectos duraban dos meses, solo se distribuían a los clientes VIP, mejor dicho, súper VIP.
Así las cosas, el consejero y Paco se habían convertido en hombres verdaderamente ricos. Y con ellos, el núcleo duro del laboratorio, que estaban al tanto del negocio. La última incorporación al núcleo duro levantó cierta controversia, era una mujer. Allyson, atractiva para su edad, buena presencia, de unos cuarenta y cinco, encargada de las delegaciones en la zona de Asia pacifico, vitales para el desarrollo del negocio. En los tiempos de crisis que corren, la mayor parte de las grandes fortunas emergían de esa zona y de Rusia. Resulto ser lesbiana, y como el resto de jefazos habían aportado a sus propias esposas, con sus capsulas correspondientes debidamente implantadas, ella hizo lo mismo con su pareja, una preciosa japonesita de 28 años, llamada Naoko. Era el pago imprescindible para poder acceder al harén. Desde que se instaló en la planta noble de la torre del laboratorio, se había fijado en Ana, la servicial esposa de Paco: si la quería a ella, tenia que entregar lo que tenía a cambio.
—¿Se han realizado ensayos sobre como funciona con mujeres? —pregunto Allyson en la reunión donde se trató el tema.
— La verdad es que no, todos los ensayos se han realizado con hombres, —respondió Paco—. Por cierto, la conejilla de laboratorio fue mi querida esposa, Ana, —y después de una pausa añadió pensativo—. Pero en principio no debería haber problema.
—Me interesaría mucho estar segura, —insistió Allyson.
—En el cuerpo de la mujer, la sustancia hipnótico-afrodisíaca, se forma al juntarse el producto de la ampolla, o la capsula, con las hormonas femeninas. Después se activa al percibir el olor del otro producto, y da igual quien lo lleve encima.
—Si es así de acuerdo. Yo aportaré a mi japonesa y tendré libre acceso a todas las demás, —y desafiante añadió—. Quiero garantías claras de que ninguno de vosotros intentara meterme algo entre las piernas… o por otro sitio.
—Allyson, si hubiéramos querido hacer algo así, lo hubiéramos hecho hace tiempo, —intervino Harry, el consejero delegado—. Si tienes interés en alguna del harén, no hay problema, puedes disponer de ella, aunque creo saber en quien estás pensando.
—Por cierto, ¿tu japonesa se depila? —preguntó otro de los consejeros riendo—. Normalmente, tienen unos pelazos de medio metro.
—Es japonesa pero nació aquí en EE. UU. No tiene las costumbres de allí. Os gustara, aunque nunca ha estado con un hombre.
—¡Una virgen! —exclamaron los consejeros haciendo coro.
—No tan virgen, —intervino Allyson arrogante—. Ya me encargue yo de desvirgarla, y por los dos agujeros. Lo que no ha hecho nunca es chupar pollas.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —la inquirió otro de los directivos—. A saber lo que se habrá comido por ahí.
—La tengo conmigo desde que cumplió los 16 años. Yo la he enseñado todo lo que debía saber.
—Pues no se hable más, nosotros la enseñaremos el resto, —intervino Paco, y ante es coro de carcajadas, añadió—. Te aseguro que de chupar pollas se va a hartar.
Inmediatamente Naoko entro en el harén y la prepararon una, especie de fiesta de bienvenida. Previamente, la tarde anterior la colocaron la capsula. Para ello, Allyson la administro un sedante que la dejo dormida unas horas y Paco se acercó a su casa. Una vez colocada la capsula en la cadera, solo había que esperar a que empezara a hacer efecto.
—¿Cómo sabré que funciona? Naoko es muy receptiva y sumisa conmigo, —preguntó Allyson.
—¿Habla mucho?
—Lo normal.
—Ahí tendrás la prueba. Casi no podrá hablar, a no ser para responder ante una pregunta insistente. Es uno de los efectos secundarios del producto, y por cierto, muy valorado por los clientes, —y mirando detenidamente el cuerpo desnudo de Naoko, añadió—. Es una preciosidad. ¿Te has cansado ya de ella?
—En absoluto. La quiero mucho y la seguiré queriendo, —y sonriendo añadió—. Pero digamos que me apetece probar chochos nuevos, en especial el de tu mujer.
—Todavía no entiendo que veis en esa gilipollas. Da igual: toda tuya. Puedes hacer con ella… y con las demás, lo que quieras, —y levantándose de la silla donde estaba sentado, añadió—. Tengo curiosidad ¿Cómo conseguiste un piboncito de 16 años?
—Es delicado hablar de eso, —contestó después de guardar silencio durante unos segundos—. Digamos que la compre.
—¡No jodas!
—Sus padres me pidieron un favor muy importante, y me ofrecieron a su hija pequeña. Por supuesto acepte, después de poner muchas pegas. Ya sabes, —respondió con expresión picara—. Pero os he mentido, no tenia 16 años, tenía 12.
—¡Que jodía! Como decimos en España: te gusta trabajar la cantera, —exclamo Juan riendo, y mirándola con ojos maliciosos, añadió—. ¿Y con 12 ya empezaste a “adiestrarla”?
—Bueno… ya la enseñe algunas cositas.
A día siguiente, a primera hora, Allyson llevó a Naoko a la casa de Oceans Blvr. Para tal fin, la vistió con una especie de uniforme de colegiala. Faldita roja de cuadros escoceses que a duras penas escondía un exiguo tanga también rojo, una camisa blanca anudada a la cintura que dejaba transparentarse un sujetador negro y que dejaba el ombligo al descubierto, calcetines blancos hasta la rodilla, zapatos con cordones, y la tapo con una capa hasta los pies. Cuando entraron al salón de la casa, todos los directivos, estaban esperándola sentados en los sillones y el sofá. Las cinco esposas del harén, el consejero era viudo, estaban recluidas en una habitación, debidamente atadas con las manos a la espalda. Esperaban a que los “amos” requirieran su presencia. Inmediatamente, Naoko reacciono al intenso olor del producto, y notó incluso que se le aflojaban las piernas. El consejero delegado se levantó para hacer los honores. Después de admirarla con detenimiento, haciéndola girar sobre sí misma para que todos la pudieran ver mejor, la levanto la faldita. Naoko miró a Allyson desconcertada, sin entender lo que pasaba, pero se dejó hacer. Desde su sillón, Allyson, con una leve inclinación de cabeza, la tranquilizo, consciente de que en breves instantes su mente ya no seria capaz de preguntar que estaba ocurriendo.
—¡Arrodíllate! —la ordeno, y metiéndola un dedo en la boca, preguntó dirigiéndose al resto de directivos—. ¿Votos a favor? —y ante las seis manos levantadas, incluida la suya, añadió—. ¡Aceptada!
Se sacó la polla y se la metió en la boca. Naoko comenzó a chupar como si lo hubiera hecho toda la vida. La polla de Harry fue aumentando de tamaño en su interior, mientras la japonesa seguía chupando.
—¡Trágatelo! —la ordeno cuando se corrió—. Y mueve la lengua, zorra.
Naoko siguió acariciando con la lengua el capullo del consejero, hasta que este, agarrándola del pelo la saco.
—El siguiente. Pero si os parece, vamos a ponerla más cómoda. Desnúdate.
Inmediatamente obedeció, y desnuda fue aproximándose de rodillas, uno a uno, a todos los consejeros. A todos les chupo la polla, de todos se tragó el semen sin rechistar, y tuvo tanto éxito, que decidieron que diera otra vuelta.
—Yo creo que tiene el culo demasiado blanco, —dijo Paco cuando Naoko se disponía a seguir chupando—. ¿No os parece?
Como todos asintieron, la coloco un collar de cuero en el cuello y unas muñequeras. Después sujeto estas con un mosquetón al collar por delante. La agarro por el pelo y la inclino hacia delante pegándola la cara al suelo. Su erecto trasero mostraba nítidamente sus orificios anal y vaginal.
—¡No te muevas! —la ordeno, y seguidamente la dio un violento azote con la mano. Fue tan fuerte, que los cinco dedos y la palma quedaron claramente mancados en la blanca piel de su trasero. El resto de los consejeros se levantaron para participar en los azotes, mientras se iban desnudando. Al término de los azotes, Naoko tenía las dos nalgas completamente enrojecidas con un color intenso. En ningún momento se quejó, al contrario, parecía que disfrutaba. Comenzó la segunda vuelta que fue mucho más larga porque los consejeros tardaron más en correrse, además de que se dedicaron a besuquearla y a meterla mano.
Paco observó que Allyson permanecía sentada en el sillón mirando lo que ocurría. Cuando se acercó a ella vio como una lagrima estaba a punto de caer por una de sus mejillas.
—¿Te arrepientes? —preguntó sentándose en el sillón contiguo.
—No, pero no estoy acostumbrada a verla sufrir. Ya te dije que la quiero mucho.
—Te aseguro que no está sufriendo…
—¡Venga Hombre! ¿Cómo puedes decir eso? —le interrumpió.
—Porque es la verdad. ¿La has oído quejarse?
Sin esperar respuesta, se levantó y se dirigió al cuarto del harén. Cogió a su esposa del pelo y tirando de ella de mala manera la sacó de la habitación y la arrodillo entre sus piernas cuando volvió a sentarse al lado de Allyson. Era la primera vez que la veía desnuda. Observo como estaba atada con los brazos cruzados por la espalda. Sus preciosos pies con unas sandalias de tacón súper alto. Juan la volvió a agarrar del pelo y la dio un sonoro bofetón que la tumbo en el suelo y la hizo sangrar un poco la nariz. Ella se incorporó y siguió con la misma cara feliz que antes.
—Cariño, chúpame la polla muy, muy despacio. Ya sabes, —la dijo mientras miraba fijamente a Allyson y Ana comenzó a chupar—. ¿La ves sufrir?
—No, no la veo sufrir, —y después de una pausa, añadió—. ¿Es que no entiendo como es posible?
—Ya sabes que todo lo referente al producto es alto secreto, y solo lo conocemos Harry y yo. Pero te voy a decir algo, que si puedo contarte. Esta puta zorra que me chupa la polla, es sin ninguna duda, la mujer más estudiada de la historia. Tenemos imágenes de ella, de su exterior, que ya ves que es esplendido, —Allyson asintió con ojos golosos—, también de su interior. Esta totalmente radiografiada, escaneada y analizada. Ya te dije que ella fue el conejillo de laboratorio. Incluso ahora seguimos haciéndolo. Tiene instalado un dispositivo que monitoriza constantemente su actividad cerebral. Por casualidad, hicimos un descubrimiento que no esperábamos. El producto, además de ser un hipnótico y un afrodisíaco poderoso, tras una larga exposición actúa decididamente sobre los genes TPH-1 y TPH-2 que regulan la serotonina. Ya sabes que la llaman la hormona de la felicidad. A esta zorra la hemos hecho verdaderas brutalidades, agujas, descargas eléctricas, solo nos ha faltado descuartizarla. Sus ondas cerebrales jamás cambiaron. Naoko ya lleva veinticuatro horas expuesta al producto y ya es feliz. Dentro de una semana, su felicidad será total, como la de esta zorra.
—Asombroso. Sé que hay laboratorios gastando millones en investigación…
—Que sigan. Nosotros también lo hacemos y les llevamos años de ventaja. Pero te aseguro que nunca darán con un producto como este.
Mientras hablaban, los dos miraban a Naoko que iba por el tercer consejero. Paco se entretenía sacando la polla de la boca de su mujer y restregándosela por la cara mientras esta sacaba la lengua intentando atraparla.
—Toma. Quédate con ella, —dijo mientras se levantaba y la entregaba a su mujer—. Creo que ya me toca.
Allyson miró de arriba abajo el escultural cuerpo de la esposa de Juan. Subiéndose la falda, al tiempo que se quitaba los zapatos, se sacó el tanga y las medias, dejando al descubierto su vagina, coronada por un pegotito de pelo en la parte superior del clítoris. La indico que se acercara de rodillas haciendo un gesto con el dedo. La coloco entre sus piernas, y comenzó a subir lentamente un pie hasta alcanzar la vagina Ana que con docilidad separo las piernas para facilitarla la labor. Inmediatamente exhaló un gemido de placer, y la cara de Allyson se iluminó. Siguió frotando la vagina con el empeine de su pie hasta que la respiración de su nueva “amiga” se empezó a hacer más agitada. Sacó el pie y siguió subiendo hasta los pechos, donde se entretuvo acariciándolos y pellizcando sus pezones, siempre con los dedos del pie. Siguió subiendo acariciándola los hombro, el cuello y la cara, hasta que finalmente la introdujo los dedos del pie en la boca. Notaba como su lengua lamia sus dedos y entraba entre ellos. Cuando no aguanto más, la atrajo hacia ella cogiéndola del pelo y la morreo con mucha pasión.
—Que bien sabes, puta, —exclamo. Se sentó en el borde del sillón sin soltarla del pelo, y echándose hacia atrás, dirigió la cabeza de Ana hacia su vagina. Rápidamente empezó a chupar y a introducir su activa lengua en la vagina de Allyson. Desde donde estaba, podía ver perfectamente como Naoko seguía chupando pollas sin descanso. Allyson se sentía bien, ver a Naoko así la excitaba mucho, y la lengua de la esposa de Paco era maravillosa. Cuando noto que la llegaba, apoyo los pies sobre la espalda de la esclava y tuvo un orgasmo intenso y largo. La mantuvo la boca en su vagina para que siguiera chupando mientras miraba como Harry, terminada la segunda vuelta se disponía a penetrar por el ano a Naoko, que sumisa, aguardaba a cuatro patas. El segundo orgasmo de Allyson se sincronizó con la corrida del consejero y los gemidos de placer de Naoko. Se levantó y sentando a la mujer de Paco en el sillón, la empujo hacia atrás y se puso a chuparla la vagina. Como suponía, estaba deliciosa y la exploró concienzudamente. Estuvo mucho tiempo chupando, agarrándola las tetas, mientras la esposa se retorcía exhalando gritos de placer. Cuando se apartó un momento para descansar, observo como ya habían sacado a las otras cuatro mujeres, y como a Naoko la habían puesto el arnés. Interesada las estuvo repasando una a una. No había dudas de que la mejor era la mujer de Paco, la tenía ella y no pensaba soltarla en todo el día. De las otras cuatro, tres estaban muy delgadas, y recordó que antes estaban más rellenitas. Claramente las habían hecho adelgazar, al mismo tiempo que las habían hecho crecer las tetas, al menos a dos de ellas. También recordó que eran tres pijas insufribles, por cierto, que en esos momentos a dos de ellas las estaban dando por el culo mientras chillaban como perras salidas. La otra era más gordita, como siempre había sido y le estaba chupando la polla a Harry mientras otro la azotaba el trasero.
—La tienes acaparada, —la dijo Paco sentándose en el sillón de al lado con la polla enrojecida por el uso.
—No me gusta que chupen donde yo chupo, —respondió riendo—. Parece que Naoko es un éxito.
— Ya lo creo. Para no haber chupado pollas nunca, ha aprendido echando hostias.
—Por curiosidad ¿Por qué a esa no la habéis hecho adelgazar?
—Porque a todos nos caía bien, y nos sigue cayendo. Salvo a su marido, que solo se acerca a ella para pegarla. Ya le hemos puesto un límite para que no se pase. Además, gorda no está. Tiene un ligero sobrepeso y es muy… follable. A mí me gusta llevármela a solas: posiblemente es la que más uso.
—¿Me vas a prestar a tu mujer? —le preguntó con tono meloso.
—Llévatela esta noche a casa, y yo me llevo a Naoko. Nos las devolvemos el domingo por la noche. ¿Te parece?
—De acuerdo. Es preciosa.
— Si, pero…
—Sí. Ya sé que es gilipollas, —le interrumpió riendo—. ¿Por qué las tenéis atadas?
—Porque cuando están por la oficina, el espacio está muy abierto y ventilado. Aquí hay mucha concentración, seis hombres y ahora tú, y si no las atamos se masturban. Y no queremos que lo hagan.
La actividad siguió hasta media tarde, cuando todo se paralizó para ver por la tele el partido de los Knicks, que recibían a los Lakers, en el Madison Scuare Garden. Después del partido, se despidieron hasta el lunes y todos regresaron a sus casas con sus respectivas esposas, salvo Harry, que era viudo, y Allyson y Paco, que se cambiaron las parejas. El tiempo era de perros y un violento temporal azotaba la costa de Long Beach
Paco, no tenia que ir a ninguna parte, puesto que la casa de Oceans Blvr. era suya. Cuando se quedaron solos, subió a Naoko al piso superior y se metió con ella en la ducha después de retirarla el arnés. Sus manos se deslizaban suavemente por el cuerpo enjabonado de Naoko. Físicamente estaba bien, porque aunque no tenia un pecho abundante, era suficiente. Eso si, un poco enana, escasamente alcanzaba 1,55 y a duras penas llegaría a los 45 kilos. Con esos pensamientos siguió deslizando las manos por el cuerpecito de la japonesita. Cuando termino de ducharla, la envolvió en una toalla grande, y en brazos la llevó a la cama. Se roció con el producto, ya que empezaba a notarla un poco apagada, y efectivamente su reacción fue inmediata. Mientras preparaba las cuerdas con las que la iba a atar, la dejó acariciarse la vagina. La colocó sobre la cama, bocarriba y con la cabeza colgando por el borde de piecero. La flexiono las piernas y se las ató pasando la cuerda por debajo de la cama, dejándola totalmente expuesta. Finalmente, la ató las manos a los laterales de la cama. Se sentó en el borde y con suavidad la acaricio la vagina pasando un dedo a lo largo de ella. Estuvo así un rato hasta que notó que Naoko estaba a punto de tener un orgasmo. No la dejó, se levanto y arrodillándose frente a su cara la introdujo la polla en la boca. Empezó a follársela mientras con los dedos la pellizcaba los pezones. Sus movimientos eran lentos, recreándose en la fascinante visión de la oriental desnuda, atada y entregada. Después de un buen rato de juguetear con su polla y la boca de Naoko, cogió cuatro pinzas que tenía preparadas, y que utilizaba con su esposa, y se las puso en los pezones y en el clítoris. La cuarta, que era especial, se la puso en la nariz para que no pudiera respirar por ella. Volvió a introducir la polla en la boca de Naoko y siguió fallándola con parsimonia. Naoko se ahogaba, se atragantaba, tosía y babeaba, mientras la polla de Juan seguía entrando y saliendo con lentitud, al tiempo que girando las pinzar con los dedos la retorcía los pezones. Finalmente, se corrió mientras presionaba con su polla el fondo de la garganta de Naoko. Las contracciones de la garganta de la japonesa, en contacto con su glande, le proporcionaba un placer descomunal. Cuando se la sacó, un líquido viscoso formado por semen, babas, saliva y mocos, salio por su boca como un torrente, mientras tosía con fuerza intentando recuperar aire. La quito la pinza de la nariz y con una toalla húmeda la limpio la cara con mucha ternura. Después la morreo un ratito mientras la acariciaba la mejilla, y con cariño la colocaba el flequillo. Ella respondía a sus besos pidiendo más. Paco se preparó una copa y se sentó en la cama, donde mientras la apuraba estuvo acariciando con una mano el inmovilizado cuerpo de la oriental. Cuando llegaba a sus tetas, las pinzar de los pezones se colaban entre sus dedos, para luego bajar en busca de su vagina. Naoko estaba nuevamente al borde del orgasmo, pero cuando termino la copa, dejo de estimularla. Encendió un cigarrillo y se acercó al ventanal de la habitación. Fuera, la nieve caía con fuerza en el primer temporal, al final del otoño.
—A lo mejor tenemos que quedarnos aquí más tiempo del previsto, —comento como si eso le importara a Naoko que estaba es su nube particular. La miro, y sonriendo añadió—. Seguro que contigo no me voy a aburrir.
Apago el cigarrillo y se tumbó en la cama. Comenzó a chupar su vagina sin quitarla la pinza del clítoris, mientras con las manos la acariciaba las tetas. Cuando Naoko, por fin alcanzo el orgasmo, la quito las pinzas de los pezones y se los retorció con los dedos. Su vagina comenzó a gotear liquido blanco mientras berreaba descontrolada.
—Seguro que con Allyson no tienes orgasmos tan fuertes, —la comentó sonriendo, y añadió—. Pues todavía no hemos terminado. Cariño, te vas a cagar.
La empezó a estimular introduciéndola un vibrador de los gordos por la vagina a máxima potencia. Naoko se retorcía sin poder evitarlo. Cuando vio que estaba nuevamente al borde de otro orgasmo, la quito la pinza del clítoris y se puso a chuparlo con fuerza. La oriental aullaba mientras su cuerpo se contraía marcando sus músculos y su vagina volvía a expulsar como si fuera una fuente. La dejo tranquilizarse unos momentos mientras de rodillas se embadurnaba la polla de lubricante. Ella seguía sus movimientos con ojos lujuriosos. Se tumbó sobre ella y la penetro por el ano de forma decidida. Naoko comenzó nuevamente a gemir cada vez con más fuerza mientras Paco la seguía follando el culo la morreaba y la mordía el cuello. Hasta que Paco se corrió, tuvo dos orgasmos más. Cuando se vació en su culo, y se retiró, comprobó que tenía un poco de sangre en el ano. La limpio la herida y comprobó que era una pequeña grieta. Lógico, teniendo en cuenta que durante el día transcurrido, seis pollas habían entrado por ese culo, y varias veces. La puso una pomada, la desato, la dio un par de pastillas para dormir, se tumbó junto a ella y se arroparon con la manta. Apago la luz, y mientras apretaba su paquete contra el trasero de Naoko se quedaron dormidos mientras el temporal seguía rugiendo en el exterior.
Mientras tanto, Allyson y Ana estaban atrapadas en el descomunal atasco provocado por el temporal a la estrada de Nueva York. Entre parada y parada, se entretenía en sobetear la vagina de Ana, forzándola un par de orgasmos. A eso de las dos de la mad**gada, llegaron al apartamento de Allyson, en la zona acomodada de Harlen, junto a la opera. Nada más entrar en él, la ordeno desnudarse mientras ella entraba en el vestidor y cogía una bolsa con juguetes. Se sentó en un sillón y la coloco de rodillas entre sus piernas. Estaba ansiosa por hacer algo que la daba vergüenza hacerlo en público, aunque lo había estado viendo hacer todo el día. La puso unos grilletes en los tobillos y un collar de cuero en el cuello. Con unas esposas forradas de terciopelo rosa, la sujeto las manos a la espalda. La colocó una bola es la boca y lo sujeto con la correa. Estuvo un rato besándola con la bola puesta, mientras la baba de Ana comenzaba a resbalar por la comisura de sus labios. La inclino sobre sus piernas y empezó a azotarla el trasero. Primero con la mano, y luego con su cinturón. Cuando comprobó que tenía las nalgas totalmente rojas, estuvo un rato pasándola la uñas por el trasero, dejándola líneas blancas que desaparecían al instante. La incorporo y colocándola de frente, la sujeto por el pelo y con la otra mano comenzó a abofetearla. Cuando se lo vio hacer a Paco una punzada de placer la atravesó los genitales y quería probarlo. Comprobó que la gustaba y mucho. Con cada bofetón, su vagina se encharcaba más. Cuando vio que tenía los dos carrillos muy enrojecido, y sangraba nuevamente por la nariz, la empujo y cayó al suelo. Se desnudó rápidamente y se colocó un arnés que tenía un consolador doble. Soltó los tobillos de Ana y con dos cadenitas se los sujeto al collar, y la penetro pasándola las piernas por sus hombros. Unos minutos después, con los cuerpos brillantes de sudor y oyendo los gemidos de placer de la conejilla, tuvo un orgasmo como nunca lo había tenido con Naoko.
Definitivamente, este cambio en su vida la estaba gustando.